lunes, 20 de mayo de 2013

De vuelta al corazón de las tinieblas


Tras pasar unos días en Mordor, entre familia, conciertazos, país vasco, manis de la CNT y mucha bicicleta, ya estamos de vuelta a este trozo de tierra dejado de la mano de Marx.

No hay mucho que decir: llegó el verano en mayo, con temperaturas muy altas y humedad insoportable. Asquerosa. Además tampoco está lloviendo mucho, así que salir a la calles es como chupar un tubo de escape.

Dejemos hablar a algunas imágenes de las últimas dos semanas:


Nuevos aparcabicis en algunas zonas de Moscú. Con este gesto ridículo y absolutamente insuficiente, acompañado de otros igual de irrisorios parece que el Ayto de Moscú pretende cumplir su papel de "impulsor" de la bicicleta en la contaminadísima ciudad de los atascos de cuatro horas. Decir que los del año pasado estaban en perfecto estado, pero ya imaginamos que alguien se habrá embolsado una buena cantidad de dinero por "prestar" un servicio innecesario. Al menos, este tipo de aparcabicis no son de los que parten radios.




La mierda que se queda pegada en la mascarilla antipolución.




Krilatskoe, el único lugar en Moscú con cuestas de verdad para machacarse las piernas sobre la bici.


Zorzales en los parquecillos de los interbloques. No hay tantos como quisiera, pero dan calidad de vida.



Un chuzo absolutamente destruido a las 5 de la tarde y a apenas 10 metros de un parque infantil, impidiendo el paso en los caminillos de los interbloques. De estos sí hay muchos. Estampa habitual y cotidiana.




Una corneja gris (Corvus cornix), presentes en toda la ciudad. Son el equivalente a las urracas en Madrid. Muy listas y cabronas. Siempre alegran la vista y dan espectáculo, y de paso nos acercan un poco a la idea de Odín y el Norte... así que mejoran bastante la calidad de vida de este macroagujero de urbe.